Cuando miro, comprendo que mis ojos no me pertenecen.
Hablo porque no es mi trabajo agotar las horas hasta otro golpe de alimento. Hablo porque no es mi obligación resistir en el silencio hasta otro día. No son mis jugos ni mi sangre. Es la palabra, su indescriptible borboteo, la herida de mi deuda entre alguno de vosotros.
Te extrañas de mi amor calculado y matemático. Pero yo no olvido que tras la semilla del Racionalismo se liberaron los monstruosos terrores de los románticos.