lunes, 19 de agosto de 2013

Cuando fuiste la sala de fiestas de tus sueños,
a la música febril de tu deseo. El ritmo era él.
Lejos sólo escuchaban traviesas mentiras.
Encerrados en una habitación
combatiendo como hermanos
los males del mundo.
Disección de la espuma
sedosa de nuestras propias batallas.
Amando entusiastas destellos de luz
que duran sólo un instante.
El viajero no regala vidas, las vende por historias.
Su mirada es un mapa que hay que saber leer.
Posadas con extraños vecinos en sus labios.
En su corazón secretos incluso para la muerte.