miércoles, 19 de junio de 2013

Aprender a estar a la altura de tu compromiso
de tu vuelo rasante, de tu intensidad volcada
en la poesía hecha vida a cada instante.

Me hablabas

Yo también lo creo, que hubo un tiempo
en el que pude ser un sueño gigante
suspendido minúsculo en el vacío sin límites.
Pero llegaste. En ti paró esta luz
que no es mía sino prestada no sé.
Eras y cambiaste, otra vez tus manos
lejos y tu cuerpo lejos de mis manos
¿desde cuándo? Es ahora. Y también
ahora que siento la ausencia de tus dedos
escarbando un vacío que termina con
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . –
con tus mismos otros dedos labios
brazos ausentes.
No puedo escribir de tanto que te espero.
¿Cómo era?
Salto de edificio en edificio, son siempre
los del barrio pero nunca los mismos.
Y siempre esa sensación de que antes
era mucho más fácil, que entonces sí
pude verte aunque tú no sabías nada.
Hay partes de mí que aún no te conocen;
cómo tengo acceso a ellas aún no lo comprendo.
Allí donde arde el derrumbe allí
es donde quiero. Este vacío, misteriosa obviedad,
tiene sus límites, porque sólo a ti y a mí
nos incumbe.