lunes, 10 de enero de 2011

IV
LO QUE CONTÓ EL MOLINERO JOHANNES MEHLBLICK, EL JOVEN, SOBRE SU HISTORIA; COHESIONADA, REORDENADA Y AUMENTADA.
.....En tiempos de paz, el camino que baja de las montañas era muy transitado. Grupos de mercaderes venían de las regiones del este para comerciar con los puertos del valle. Pero el primer refugio que encontraban, era este molino, a varios días de camino aún de las grandes villas. En tiempos de su abuelo, el viejo Johannes Mehlblick, el molino era un complejo de talleres y granjas en todo su esplendor. Su fama se extendía a ambos lados de las montañas, y el viejo abuelo gozaba de la dignidad y los respetos de un rey.
.....Luego comenzó la guerra, y el paso de las montañas se vació. El molino quedó convertido en algo como un castillo o monasterio, al margen de las turbulentas políticas de una u otra región. A tanta prosperidad había llegado que podrían haberse mantenido en una rigurosa autarquía. Pero pronto, empezaron a salir del bosque los salteadores y bandidos que lo infestaban, y que se habían quedado sin presas. El viejo Mehlblick consiguió resistir épicamente aquellos largos meses, en los que noche tras noche aparecían como fantasmas los ladrones.
.....Murió el abuelo y, entonces, muchos granjeros y artesanos decidieron marcharse. El padre de Johannes el joven, William Mehlblick, tuvo que trabajar arduamente para mantener la economía del molino. Estableció regímenes austeros, urdió negocios alambicados con los que aún no se decidían a marcharse o con los pocos que aún seguían llegando. En realidad, no hacía sino remendar estrategias cada vez más difíciles de sostener, ralentizando una decadencia inevitable (*esta última reflexión no es propia de los relatos del molinero).
.....En los primeros años, consiguió sobrevivir con los grandes ejércitos que llegaban desde el este. Luego eso también acabó. Así, terminó por dividir a la familia en dos empresas: los dos hermanos mayores de Johannes quedaron a cargo del molino, mientras que los otros tres, Conrad, Ernest, y el propio Johannes, se establecieron en las ciudades del valle como proveedores y mercaderes. Era el mismo padre, William, quien iba y venía transportando las mercancías. A todas luces, resultaba un negocio irreal, y a pesar de la obsesiva tenacidad de William por sostener su herencia, el viejo molino, el orgullo del sendero, se marchitaba sin remedio.
.....Nada de esto sabían, en principio, los tres hermanos establecidos en las villas. El apoyar que el molino les ofrecía les permitió, como el seno a los lactantes, afianzar su propia posición hasta crear pequeños negocios bastante solventes. En poco tiempo, el joven Johannes supo adaptarse a la realidad de las calles, a la agitación prebélica. Su tienda de bollos y embutidos, siguiendo el modelo del molino, aglutinando pequeños granjeros y artesanos, consiguió un lugar predominante en la región. Y llegó a considerar el tributo que tenía que servirle a su padre como un trámite de honor, una mera prenda de gratitud, inútil. Hasta que un buen día, el afanoso William dejó de aparecer por el pueblo, y ya no supo nada más del molino ni de sus hermanos.
.....Johannes se casó. Tuvo ocho hijos (*cinco de los cuales son los que habían permanecido ocultos a la llegada de Louis Irving, Tomás y Nuria). Y el talento para hacer prosperar un negocio se le amputó sin previo aviso. Tras quince años de guerra inestable, de noticias traídas siempre desde otra parte, una repentina retahíla de batallas inundaron el valle. Violencia, delincuencia, enfermedad y muerte tomaban las calles fueran donde fueran. La esposa de Johannes murió. El negocio de embutidos, saqueado oleada tras oleada, se desvaneció: sueños y cimientos.
.....Fue así que el joven pero demacrado Johannes Mehlblick decidió volver al viejo molino, con sus hijos. No encontró más que las ruinas de un viejo imperio. Vacío, desolado, con los mismos síntomas de depravación que apestaban la comarca. Cadáver; con todo, aún quedaban restos con los que sobrevivir, como alimañas, lejos del mundo.