sábado, 4 de febrero de 2017

Si algo existiera

Si cada uno supiera cuán segura es 
su destrucción.
Si recordara en cada caso que su decisión
a la larga es inviable.
Y si, recordándolo, recordara también que su prudencia
se aboca al olvido.
Si comprendiera que su idioma no escapará de sí
y que tampoco aprendió el idioma de los otros,
sino que pone a rodar el nítido galimatías
acuoso por la fraternal redundancia
de unos recuerdos con otros saberes con otros
olvidos como puntos y hambrientos paréntesis
de cansancio y venganza, ¡vive Dios!,
que se consideran diáfanos como los colores, inexistentes.
Entonces qué. Ese único momento. Qué.
Antes de desvanecerse sin poder ser 
repetido.