jueves, 17 de noviembre de 2011

Se jugaban su libertad a las cartas.
Los espectadores sólo entendían el Destino.
¡Pobre ser humano!, quién
le hizo pensar que habitó en la felicidad,
que su corazón vibraba al son de cierta
música, de ciertos sentimientos, de un amor
y que se perpetuaría perenne.
¿Dirás que fui yo? ¿Dirás que fue acaso
este absurdo lenguaje?
Si tienes el valor suficiente para indagar
al margen de los significados que un día mendigaste
y llegar a donde un día pudiera haber estado,
entonces discutiremos, mientras tanto, sólo
un dudoso consejo: evita
el silencio.