miércoles, 3 de diciembre de 2014

El abandono de Ariadna. ¿Por qué tiene que irse Teseo de Creta? ¿Dónde se ha visto que un cerebro fugado vuelva a su patria? De ahí deducimos que Teseo era realmente un becerro. En la corte de Minos, el hombre más sabio de su momento (y como prueba su puesto de juez en el Hades, más sabio en todos los momentos de la historia y de la no-historia). En todos los mitos el héroe vuelve a recuperar el trono que por familia le pertenece (y generalmente esto los acaba en la corrupción y la ruina personal). En cambio, las princesas son arrebatadas para siempre de su hogar: véase Andrómeda, Helena (por dos veces), Isolda, Ariadna por supuesto, el colmo de Medea, expulsada hasta de tres hogares distintos, y la bochornosa parodia de Penélope, que defiende la honestidad de la casa de su marido, mientras este no se atreve a volver.
Esto sería un indicio de la estructura mítica marcando cómo el hombre tiende a acomodarse en el fantasma familiar, mientras que la mujer está más dispuesta a salir. En más momentos se siente no reconocida, no vista, no comprendida, no la verdadera hija de sus padres. Eso la alejaría de la sensación de incesto, y le daría licencia para hacer lo que quisiera, desentenderse, por ejemplo, de su condición humana y hacérselo, si se le antoja, con un toro.   
Aquí Sócrates le reprochó a Averroes el desastroso juicio moral con el que hablaba de las mujeres. Cuando, en realidad, son las mujeres las que tienden a hacerse con el control de su casa, si es la casa, o de la empresa, si es el trabajo. Hasta el punto de que casa y mujer se unen en la cultura. Toro y mujer se unen. Casa y toro. Y lo único que los separa es el instante, al que unos llaman Teseo, pero que él llama Ariadna.

Averroes respondió secamente. Le achacaba una intromisión de lo políticamente correcto en su pensamiento. A cuento de qué, cuando bien sabía que Sócrates era un sofista entre sofistas. Le echó en cara el poco aprecio que le tenía a él como persona en la conversación; y que aprovechara el resquicio más vil, aunque destrozara su corazón (que no era el caso) para derrotar con su charla derridá el más amable (que tampoco era el caso) argumento de discurso.