miércoles, 30 de marzo de 2011

Sin colores estallarían los sonidos. Y, sin sonido,
brillarían estridentes los olores sobre nuestra piel amarga.
Sin nada de eso, gozaríamos minuciosos con el dolor
y su incomparable paleta de variantes.
Y, sin dolor, nos zambulliríamos mil veces en las incertidumbres.
Y, si ni siquiera tuviéramos esto,
seríamos dioses y de nuestro vacío brotaría lo impensable.
Prohibido chocar con estas paredes.
Es porque el mundo continúa sin nosotros.
Es por eso tanta labor de seducción.
Este chantaje emocional tallado por instinto.
Cordones y botones y esos besos
que quisieran cicatrizar las calles.