viernes, 31 de mayo de 2013

Puertas abiertas

Ámame sin mi permiso.
Destapa con violencia el océano de la distancia.
Cuando tu sangre se vuelva azúcar
no te detengas.
Que no te asuste la multitud de los vientos.
Que no te asusten las voces de los que hablan muy serios.
Cuando las calles se hagan grietas húmedas sin fin
no te detengas.
Que se vuelvan confusos los monstruos a sus sueños.
Cuando se te escape mi cuerpo clamando injusticia
no te detengas.
cuando ni el aire nos entregue ya salvación alguna,
cuando nos arda entre los dedos la vida entera
no te detengas.
Cuando sientas que van a llegar los vecinos con su muerte
no te detengas.
Que confundidos al preguntarme cómo es que vivo
les pueda decir:
me amó sin mi permiso,
destapó con violencia el océano de la distancia,
los monstruos confusos se volvieron a sus sueños,
no se asustó ante la multitud de los vientos,
ni ante las voces que aún siguen hablando muy serias,
se hicieron húmedas grietas sin fin las calles y no se detuvo,
cuando el aire nos negó su salvación ni cuando
ardió entre nuestros dedos la vida entera se detuvo,
cuando se le escapó mi cuerpo clamando injusticia
no se detuvo,
cuando su sangre se volvió azúcar
no se detuvo, cuando sintió que llegabais
vecinos con vuestra muerte
no se detuvo, y en la hora de la despedida
lo que tú sigues llamando inevitable y yo llamo
mío, amor, conmigo,
me entregó este don de todos los regalos,
en el cofre divino de sus manos,
en la pausa terrible de sus labios.

Porque la biología es magia

El placer de la destrucción,
amigos humanos y humanitarios,
comienza por uno mismo y sus hábitos,
continúa dulcemente por ti mismo,
en el calor que me traspasan tus células
en roces, abrazos y demás mágicamente,
porque la biología es magia.
Culmina en todos esos litros de historia
pero no se acaba.
Ahora, también, les recuerdo,
existe el cuidado y el cariño,
no vayan a obsesionarse.
Te amo desde la atalaya de mi cuerpo,
del que es difícil bajar,
a pesar de las ya antiguas civilizaciones
que lo construyeron, del presente glorioso
que fue sólo promesa.
Es una fortaleza hospitalaria: los días
entran y salen sin respeto.
Quisiera abandonarla por momentos para
seguir los pasos de tu libertad y tus empeños.
Y para no perderte cada vez que te marchas
de vista o de conocimiento voy alzando
esta torre –algunos dicen que abstracta–
carente de direcciones.
Comparte mi té esta tarde
y el tintineo de sus manos removerá
mi propia dulzura mientras aguante despierto.