viernes, 10 de febrero de 2012

Que la luz te ame

–¡Hazme, padre, del laurel
que he sido siempre; vaya a ser
que la luz me mate! –Niña, niña,
¿y cómo evitarás que la luz te ame?
Maestro, ¿cómo has podido dejarme
a solas con tu sabiduría?