sábado, 12 de marzo de 2011

Un ariete de tiempo en medio de la noche
insiste la obsesión embistiendo delirios.
La puerta abierta ya febril, curiosa, ingrávida.
Un cuerpo cuya sed rezuma movimiento
como unos dedos ávidos de lengua y de vacío,
de un todo que se escapa ansioso a las afueras
y la explosión, dolor y fuego y sangre,
y sólo quedó dentro la Esperanza.
¿Qué nos exige la lluvia
cuando lanzamos al aire nuestros deseos?
Tenía por harén al mundo entero
y a cada objeto trataba como a su favorita.
Días de luto por la lágrima perdida.
Por cada color milenios de gloria
y noches.