jueves, 28 de julio de 2011

Cuando el nombre
sobrevive a su víctima,
lo eterno da conciencia
de la muerte.
Epifanía, irónico destino.
Como si pudieran los labios
perdonar el beso.
Digamos, amor,
que la eternidad nos da conciencia de la muerte.
Y sin embargo, nada eterno sino la muerte.
Tal descubrimiento, tan insoportable, empuja a la resistencia,
a la lucha con palabras que perviven, más.
Cuando, en realidad, qué más efímero que las palabras.
Qué más constante que las muertes.