viernes, 18 de febrero de 2011

Todo bulle
excepto la luz, su viaje y la elegancia de su huida;
excepto también tu voz, que me persigue
desde el teclado de tu corazón de pianista;
excepto las palabras, que bailan
juguetonas entre la excepciones.
Sólo Dios es humano, o ni siquiera Dios lo es.
Tan verdadero como lo posible y tanto como el error.
Y si no me hubiera equivocado no habría nacido.
Divino, mortal, humano y cierto.
Te perforaré y me hilvanaré lanzándome al vacío sobre tu herida,
la herida que te causa tanto sufrimiento y no te deja.
Mi abismo será el hilo que hiera el borde de tu abismo.
Y cuando yo haya muerto, desintegrado, desvanecido,
aún seré la historia de tu cura
contada por ti para curar a otros.
“El frío es su trono
y el método fanático con que escudriño
las distancias en busca de una zarza
ardiente, el cascabel de sus pies”.