lunes, 17 de noviembre de 2014

Muy a su pesar, se dio cuenta de que no podía seguir actuando solo. Toda aquella semana estuvo frecuentando tascas de terribles parroquianos. Buscaba información y perfiles. Indagaba historiales. Pero una tarde, tres hombres lo raptaron, le taparon la cara, lo metieron en un coche. Atado de manos a la espalda, lo llevaron a un viejo caserón (obviamente en el centro antiguo de la ciudad). Allí lo esperaba el doctor, al que aún no conocía.