domingo, 21 de septiembre de 2014

Agustín no sabía qué hacer, así que acudía cada tarde a la consulta de Z. Pero, en ocasiones, cada vez más frecuentes, el mismo Z se quedaba sin ideas. Exprimía su cerebro y comprendía la profunda desazón  que atenazaba a Agustín. Precavido, decidió investigar durante la semana y consultar él mismo a varios colegas, en busca de actividades y asuntos de interés. La apatía de Agustín era tan profunda que los ayudantes de Z tuvieron que acudir a su vez a otras consultas. Siguiendo la reacción en cadena, pronto la ciudad entera estaba enredada en búsquedas constantes de investigación y consulta, con el objetivo final de ayudar a Agustín cada semana a encontrar algo en que ocuparse. En ocasiones esas actividades consistían en que Agustín ayudara o comunicara las actividades propuestas desde el sujeto B hasta el sujeto C, que a su vez eran asistentes de X y finalmente nutrirían el consejo de Z, lo suficientemente distorsionado al llegar hasta Agustín que éste era incapaz de reconocer implicación alguna. Años después, la madeja de actividades y búsquedas funcionaba como una imparable bola de nieve de calle a calle de la ciudad, de día en trabajos, de noche en sueños.