sábado, 30 de mayo de 2015

Inevitable valentía

Bésame y que este beso necesite ser investigado
durante generaciones, hasta que aprendan
a pronunciarlo.

Decisión retórica

Soy un juguete en tus brazos y juegas con él
con todo tu cuerpo.
A veces me descubres resurgiendo del juego
y quedamos
reducidos a una mirada cómplice difícil
de sostener.
Una pequeña sonrisa, no menos
fugaz que la mirada nos sumerge en el juego
y vuelvo a ser juguete entre tus piernas
para todo tu cuerpo.
Que nuestros cuerpos, con sus juegos y sus reglas,
se irán, eso está escrito. No así la mirada, cómplice,
de este delito fugaz
que es el quedarnos.

Inevitable valentía

Tienes que irte porque el día tiene sus reglas.
La distancia es un no, no del todo insalvable.
Pero la única distancia auténtica es el tiempo;
y si vivimos en este presente que va removiendo
recuerdos que bailan y se superponen
como en aquellos antiguos caleidoscopios,
entonces ¿qué distancia es esta?
Tienes que irte, sí, porque el día contiene
su reglas y yo te veo salir de la cama, zafarte
del sueño, de las sábanas, los sueños y mis brazos;
o es un recuerdo, o es mi imaginación, o alguien
que interpreta no correctamente estas palabras
porque el no es una distancia hace tiempo
insalvable.

Decisión retórica

Hablas con la misma naturalidad
con la que el hígado y el páncreas bucean
en el metabolismo. Hablas con el énfasis
de un bloque de roca que, hoy sí, decide caer.
Pero no dirás que tu decisión es emblema del zumo,
ni tendrás el oleaje como acertada ocurrencia.
Que recuerdo tus palabras, eso es lo correcto.
Que te prevengo sobre el qué diré, ahí radica
la única ventana en el que admitiré que miras.