jueves, 27 de junio de 2013

Mural poética

La poesía escrita no es más que un reguero humano,
síntoma o señal de un desfile de heridos.
La instantánea de un aroma latiente que queda
cuando los restos se consumieron en fuegos
tiempo ha.
Hombres y mujeres viven poéticamente, dudan,
aman, se golpean con todos sus anhelos
secretamente se aman, se escriben se publican
(quedan para verse y se ponen nerviosos,
se quieren y no saben
que decirse y lo que brota, estúpidos sí,
pero poesía que quema y quita adentros,
se lamen, se regalan helados, se acarician
con la nariz, acercándose peligrosamente al placer
se cocinan con recetas que nunca imaginarían,
se rodean de amigos entre los que desaparecen
pasan inadvertidos excepto a los artistas y otros,
y obsesiones y ropa y hielo y besos).
Llamamos poemas escritos a charcos de sangre.
Versos globos de carmín de hierro y oxígeno.
Alimento para un nacimiento o un parto,
para una huida, una muerte.
De ellos salimos como saldríamos de un charco de sangre.
Se ha transformado en calle tu cansancio
y una orquesta medita si es la hora
de desnudar el brazo que ejecute
la sangría fatal sobre la norma.
Quiero decir que el hombre cuando ama
es un eco de espejos a no ser
por el fío que ha sido su mirada
y la nada que escucha
atentamente nadas.
Cuando no ama es letra
soñada de mujer.
Lo escrito es lo robado por los serios museos.
Leerte es una grieta que germina corriente
abajo. La herida crece mientras conduzco
a veces al trabajo y al amor siempre.
[bocetos casi encontrados
sobre paredes no terminadas]
Hay una biología levantada poéticamente.
Podemos verlo en la risa, tan cruel como humana
–anatómicamente hablando–
en las frases que denuncian el frío de este instante.
Una vez hablaste y ahora atornillas mis pulmones
de modo que mi callada incertidumbre es casi tu voz.
* * *