miércoles, 13 de marzo de 2013

La línea de la creación

Parece una catedral, pero es una arruga en la superficie de esta esfera.
De pequeño aún me encanta construir catedrales.

Edificaba sobre sellado de enciclopedias grandes gigantes.
Estudiaba arduamente contrasoportes, la curva de tu hombro.
Trazo con precisión dentista la última vez
que nos veremos e insisto en que es una catedral
para ciegos. Peregrinos buscando la tumba
del perdón y sus huesos me vienen y preguntan
y yo no sé: me dan miedo sus trajes grises
con que me visto siempre siempre siempre siempre y
hablarles de ti.
No todos los colores están hechos de arena.
Sólo cierto porcentaje de calor entra en tus brazos.
Superficie de la esfera aparentemente lisa al tacto de los dedos.
Un interés más fino comprendería tormentas y erosión.
La geología siempre fue un estilo arquitectónico.
Tienes gran experiencia en prever impedimentos.
Pero esta catedral Es, de tanta ceguera y tanta destrucción,
que hasta la abeja al sorprenderme te me recuerda.
¿Has analizado ya átomo por átomo, o diagonal
de átomo a átomo y de río a mujer?
Y te atreves a salir de casa sin haber peregrinado
siete veces por las siete dudas de tu alma.
Una vez estuvimos a punto de escaparnos en ferrocarril.
Si se hubiera inventado a tiempo seríamos más humanos.
Y no nos atormentarían con esas leyendas cocidas en sombreros.
Y ahora explico (toda catedral requiere explicación).
Apliquemos el método más obvio pero nunca juntos.
Había una vez una oruga en la superficie.
Saltémonos esta parte. Y esta otra también.
Hagan de mí un día coherente. Ayer, me levanté y te quise. Dejé de quererte pero el lenguaje para consumar la dejación no se había inventado. Si se hubiera inventado a tiempo harían con el tiempo catedrales. ¡Deja de jugar, niño!, y ama a una mujer. De verdad, encuentras a tu madre en cualquier
cosa. En este mundo de extraños, nada
debería ser
más fácil
que amar
te y fuego.