viernes, 22 de febrero de 2013

Qué cajita más grande tienes

Hasta cuándo, hombre, vas a seguir encerrado en la idea
de tiempo. Puedes pasarte horas y horas abrazando
ese barrote del infierno. Y tú sabes
lo que es una hora en el infierno: un valle
desde tu nacimiento, en la ciudad segmentada
por la selva, o la colonia frustrada en el planeta
vecino, repitiendo el día que descubriste
que no hay tiempo material para otra vejez.
Cuando aplaudes, tus manos coinciden en el espacio.
Lo demás es puro sentimiento.
Mi memoria ya no es lo que era.
De hecho, no recuerdo muy bien
si alguna vez fue lo que fue. Recuerdo
que hubo un tiempo en que podía
recrear las palabras y tu cuerpo al detalle,
y la presión y el calor de tus besos, la tensión,
pero ya no puedo saber si es mi deseo
ahora de quererte el que me hace
creer recordar haber vivido contigo
toda mi vida entera.
Confieso, padre, que he delirado.
Leer al Sol.
El frío por partes.