jueves, 4 de abril de 2013

Piensas que escribo abiertamente,
pero eres tú quien dibuja puertas en el cielo.
Eres tú quien diseña llaves y llaves.
Quien atraviesa con juventud y entusiasmo
este tapiz tejido de tinta o luz
de oxígeno o sangre.
Sobreviven aún planicies muchas en la tierra
donde se ve sin duda moverse el sol.
Allí cuerpo y posesión viven juntos casi para siempre.
Crían dragones para apostarlos ante el más allá.
Son muchos y proliferan esos lugares
lindos y simpáticos, como árboles en la tormenta.

El clavo de fuego

Atrapa el día con sueños y palabras,
aferrado el clavo del instante, prieto el puño,
con firmeza hendido en la llama o el mar,
en los giros del viento o la explosión sin rumbo.
Hice una pausa en la corrección de exámenes
que se apilan en dos columnas: corregidos y pendientes
aprobados y por corregir. Medita sobre ello.
Tu beso ha sido un árbol por el que
arrambla el río de mi olvido y mi memoria
sin moverlo. No tiene raíces ese árbol,
pues en mí no hay más realidad que este río
recién desbordado de siempres por la lluvia
torrencial de los instantes y otros.
Tu nombre escrito por el vacío está hecho de sol.
Me has descubierto.