Uno pensaría
que la ira es, sin deseo, la ausencia
de agua. No es difícil
demostrarlo. Y eso es suficiente
para que las mentes más inquietas
se entretengan buscando todas
las implicaciones de esta teoría.
Mientras, los pensadores tranquilos
podrán atender, con paciencia, sus deseos.
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