jueves, 16 de octubre de 2014

Durante un año entero o más estuvo investigando las cloacas y las casas abandonadas, intentando reconstruir el supuesto plano que sospechaban tenía el ladrón de cartas. Suponían que había construido un entramado superpuesto al callejero. Así que se adentraba en las sombras de algún caserón, de cuyo sótano partía una galería que desembocaba en las alcantarillas o en otra casa (a veces estaban habitadas, y adquirió la precaución de atender al sonido antes de salir).  A veces no volvía a salir hasta bien avanzada la mañana.
Tenía, además que vigilar los movimientos de otros investigadores, que ocultos competían contra él, y entre sí, incluso sin conocimiento mutuo. Tenía que ir reconstruyendo el plano tanteando sospechas. Y el único objetivo era conseguir moverse más rápido, que él o más rápido que ellos, el ladrón, los investigadores. 
Probaba métodos y tenía que romperlos, porque comprendía que el ladrón preveía métodos y los rompía. Y así también con ese otro entramado de movimiento que era la red de amistades y relaciones sociales.