martes, 29 de noviembre de 2011

¿Cuándo aprendí que uno no juega para divertirse?
Tampoco uno estudia para ser inteligente.
Ni trabajamos en busca de comodidad ni de bonanza.
Alguien realmente inteligente, sí que trabaja a conciencia
para tergiversar la comprensión de la finalidad...
y el muy cabrón se divierte.
Te perdono, pero sólo por esta vez;
porque si permitiera que sucediera otra vez,
serías tú quien tuviera que perdonarme.
No es molestia, sino ese patético abandono con el que la oscuridad se empeña en rodearnos. Pues cuando éramos fruto de la obediencia, ¿qué habíamos de hacer?; sino escapar, rebeldes, de las tinieblas Y ahora, que por fin nos ilumina el sol con sus rayos, ¿qué hemos de hacer?; sino elevar encima de cada instante una estrella.