lunes, 13 de julio de 2015

Prólogo

Contrarreloj es un diccionario moral. Cada poema-concepto está dispuesto como un ítem de marcación cronometrada. Sin embargo, es imposible a simple vista discernir qué poema-concepto se corresponde con hora, con minuto, con segundo, con décima de segundo, con centésima, milésima, etc. Así pues, no da a flor decálogo, ni conjuntos de criterios adocenados, ni hacinados bloques de ideas; hechas sí las siguientes salvedades:
  1. Este principio de horizontalidad, puediera ofrecer una base para desarrollar un paradigma jerarquizado. Pero, para esto, hay que presuponer que lo que digo es cierto y que, además, estoy siendo permanentemente sincero en mi enunciación. Pero el más mínimo criterio de verdad iría en contra de ese supuesto principio de horizontalidad. Ya digo que la horizontalidad, no por no ser continua deja de ser horizontal. Y creo que me he expresado con total claridad.
  2. Todos los poemas surgen de un forzado ejercicio de improvisación. Han sido escritos al vuelo, redactados a vola pluma y lanzados a bote pronto. De hecho, este prólogo ha sido compuesto íntegramente en lo que se tarda en bajar veinte kilómetros de sinuosa carretera (si no se tiene en cuenta la sucesión de poemas que inconscientemente iban gestando este prólogo; ni mis años de formación literaria y académica; ni las sucesivas generaciones de grandes, medianos y pequeños escritores que en los siglos han sido, han escrito y han muerto; ni el lento fluir del idioma castellano desde el latín y este desde el indoeuropeo; y así... ya saben).
Con todo, es posible que alguien, el cielo sepa por qué, tenga la paciencia de indagar un aparato constructivo en esta propuesta. Perdone entonces si lo que encuentra le resulta frívolo, ingenuo o prepotente. Comprenda que el sistema moral que encuentre será torpe y zafio, a la manera de un idioma artificial, y desprovisto de los serios fundamentos de los que gozan, como un lenguaje natural, los sistemas morales civilizados.