Como ha llegado el momento
en que soy castigado por mis errores,
no me queda otra que amarlos
para que sus castigos sean justos,
y me hieran lo debido sin destruirme,
ni envilecerme, ni gozar de mi estado
miserable.
Y he de cuidarlos, con mimo, y atención,
para evitar que caiga sobre ellos
la estupidez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario