miércoles, 27 de marzo de 2013

PROTEJO. Viajo por una realidad insul-
tantemente joven para orear la endogamia
de mis sueños. Cubro mi piel del frío
(devano con devoción el tejido empresarial
que ha sustituido al barro sanitario
de olor, color y rebeldía contingente).
Me escondo de la energía con sombras.
Levanto muros contra el viento, pero
abro párpados de viento falso para
esconder otra vez mis sueños y mi casa
de la no-visión, o mi piel y mi ropa,
o mi cuerpo o mis muebles. Me muevo
(hago deporte, como sucedáneo del hambre
que a mis antepasados llevaba a viajar,
a cazar, a sembrar, a vender, a matar)
con la palabra. Hago lo mismo:
Digo que te toco y me estremezco.
Digo que quiero que entres a caballo
en mis sueños, que hagas correr la muerte
si es preciso. Digo todo esto
y, por un instante, me siento a salvo,
contigo.

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