miércoles, 10 de julio de 2013

Un monstruo soñaba con Ariadna y eran sus sueños
enredados, convulsos, laberínticos. Quería
desentrañar su sueño y más laberinto y menos
Ariadna; pero no lo sabía. Nada era real.
Lo real vino como un hilo de oro. En los ojos
del monstruo vimos incrédulo culpar a Ariadna.
El monstruo estaba atrapado. Al héroe le tocaba
seguir el hilo de un profundo abandono.

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