jueves, 25 de septiembre de 2014

Añoraba tanto su conversación de vértigo. Era terrible comprobar tantas veces que sus nuevos interlocutores no llegaban a avivar la urgente dinámica del hablar con ella. Y en ese soporte extraño del recuerdo creía distinguir perfectamente, no la memoria imposible de las conversaciones, sino el abrazo de su dedos removiendo el café, y esa era la imagen sustitutoria de quién sabe qué lance, y del cruce de sus rodillas y de la textura sólo imaginada de sus pantalones, que eran en su memoria el código secreto con que se había grabado ardientemente aquellas sesiones ¡ahora tan escasas!, aquellas tardes de verano incipiente, aquellas cartas cogidas al vuelo de sus propios labios.

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