martes, 23 de septiembre de 2014

Lo cruel es que aún muchos consideran su trabajo una ardua locura, una obsesión decadente de una mente desquiciada. 
Cuando destrozaron su violín en la misma calle, ciertamente sufrió lo indecible. Uno de los violines más perfectos que se habían construido nunca. Aparentemente ajeno al peligro, se empeñaba en recoger los infinitos restos diseminados. Tuvieron que agarrarlo entre varios para sacarlo de la calle; no es que forcejeara, sino que su empeño por recuperar los trozos de violín tenía una urgencia irresistible, y el miedo de los que pretendían auxiliarle dificultaba todos los movimientos embarullados del moemento.
Durante años fue muy fácil encontrar al viejo (cada vez más) violinista escudriñando adoquines y paredes siguiendo el rastro de los trozos desperdigados por la violencia y por los pasos y los vientos de ir y venir. Consiguió un nuevo violín, un violín, de excepcionalidad común. Paseaba por toda la ciudad tocando piezas matemáticas con precisión rigurosa. Analizaba la acústica, porque sospechaba que con la diferencia de sonido reverberando en aceras y fachadas podría localizar los restos de su querido violín, impregnados de perfección y sentimientos.
Claro que el Ayuntamiento acabó homenajeando a ese pobre loco, por lástima colectiva y cariño de su música itinerante. Hasta que empezaron a estudiar el efecto que sus horas de música, esperanzada, rigurosa, matemática, tuvo en las piedras mismas, no ya en los corazones que habitaban tras ellas. Decenas de músicos, de físicos, de científicos y esotéricos de toda clase empezaron a estudiar los efectos ¡reconocibles! que había ido dejando en calles sí, calles no y donde sospechaban que había podido rescatar algún trozo de su violín.
Luego alguien empezó a dejar constancia de lo que acarreaba ese trajín de estudios. Cómo la cultura y hábitos de la ciudad había reaccionado a los grupitos y parejas de investigadores. La bibliografía aumentó en una progresión reconociblemente curva. Las bibliotecas se fueron nutriendo de análisis estadísticos. 
Algunas tesis probaron luego que los sistemas documentales constados en estudios bibliográficos guardaban una correlación matemática de lo que había sido la búsqueda del violinista, como un espejo. Otras tesis, como negativos o moldes, conseguían con pruebas igualmente rigurosas, refutarlo.
Apasionados debates se daban cita en los centros de congresos, en las tertulias radiofónicas, en las tabernas de la ciudad.

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