miércoles, 14 de enero de 2015

AQUILES Y LA TORTUGA. XII de XV

Aquiles se construyó un refugio en las montañas, para vivir trampeando así sus propios pensamientos hasta que encontrara alguna solución. El refugio, no obstante, resultó muy útil a otros tramperos, montañistas y viajeros que se aventuraran con más riesgo de la cuenta por aquellos bosques espesos. Por tanto, no estuvo del todo solo, y de vez en cuando tenía conversaciones que duraban días enteros, mientras permanecían en el refugio, la mayoría de las veces con hombres de aburrido lenguaje.
Sin embargo, descubrió que, solos y desvalidos, aquellos hombres eran más flexibles y tolerantes a las palabras del otro. En cierto modo, le recordaban a sus antiguas amantes, que se enganchaban fascinadas por la pasión del encuentro. Esa pasión, en forma de gratitud, encontraba en la escucha de sus refugiados. Pronto, claro está, cuando volvían a sentirse seguros, derivaban a su cómoda conversación prefijada; pero, poco a poco, el frustrado Aquiles conseguía avivar el fuego de su pasión y sostener tertulias inolvidables. Es así que, con el goteo de aquellas conversaciones hospitalarias, Aquiles se fue reconciliando con la convulsa creatividad del lenguaje.

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