viernes, 10 de abril de 2015

De sapone. b (preámbulo)

    Apenas unos días después, ya la vi mirando con ojos previsores la freidora. No quise ni sacar el tema. Llegado el momento, la discusión volvía a plantearse, con un agravante: aún quedaba el 98% de la primera remesa de jabón de la primera freidora. Con dos agravantes: perdí los nervios ante mi escasa o nula capacidad de convicción oratoria. Utilicé todas las medidas de manipulación a mi alcance: me encerré en mi habitación o me cruzaba ante ella con apretado silencio o incluso me iba a la calle a dar un paseo ¡de repente!
    Cuando entró la nueva palangana de jabón, pensé que había enloquecido, no ella, sino yo, y que vivía en un absurdo. Sin embargo, actué con la mayor cordura:
    –Pues que sepas que tal y como ha entrado, lo tiro.
    Ella no lo permitió. Pero como yo pasaba muchas más horas solo en casa, mi amenaza no tenía prisa: a las primeras de cambio el jabón sería historia.

No hay comentarios: