martes, 10 de noviembre de 2015

El encanto de tu nombre

Llamamos concreto a lo que pude
ser indicado. El índice es el falo
mágico que da concreción a las cosas.

Pero ¿y los sentimientos? No hay manera
de dibujar un límite imaginario al sentimiento.
Su indicación se perdería en el instante
y hablaríamos del tiempo.
Su indicación sería ficción sobre el cuerpo
-fálico, concreto e indexable-
y hablaríamos en sueños.
Su indicación iría bordeando el lenguaje
y hablaríamos y hablaríamos.

¿Sobre qué?
¿Cuál sería el pedestal del hablar nuestro?
Cuando hablamos de objetos, ¿no son 
los sentimientos quienes recogen sus imágenes?
O resplandecen los sentimientos como intermitentes
balcones en las habitaciones de la mente,
reflejos en el agua de las antiguas estrellas.
O son ellos el resultado y escritura de este ir
y venir.

Como si mis ojos no fueran tus ojos prestados.
Como si habláramos en el idioma de la ciudad
y no este idioma secreto que descifro contigo.
Cuando el océano y el tráfico murmuran otros códigos.
Cuando tu nombre ya no puede restaurar la unidad 

de las cosas.


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