martes, 27 de septiembre de 2016

Trabalenguas

El lenguaje de los niños es, cuanto menos, desconcertante.
El lenguaje de los ancianos es, cuanto menos, inquietante.
El discurso de la mujer, delirante.
El discurso del hombre, decepcionante.

Pero todos sienten,
en la imaginaria profundidad se su ser,
dominar el mundo entero con su lenguaje.

Mienten tanto, saben tan poco, que,
como tampoco saben
mentir, acaban siendo
sinceros sin darse
cuenta.
De nada.

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