El amor nos aprieta entre sus palmas
rogando a dios sabe qué, y tal vez
por eso nunca están
lo suficientemente cerca los besos,
por eso nunca están lo suficiente
mente alejados los adioses, tal vez
por eso son nuestros cuerpos
sus sacrificios para el ruego
a quién sabe qué ha de ser
su deseo.
Este mundo se apagará
y, en esa oscuridad, nuestro amor
no será comprensible.
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