II
.....André y Louis solían caminar juntos. Andre Green era tenazmente jocoso y parlanchín. A pesar de ser el más joven, parecía que el pozo de sus anécdotas era inagotable. Solía ser el último en dormir y al que más le costaba salir del sueño, como si su estado dependiera de la inercia de sus historias. Los demás pronto se cansaron de escuchar sus escarceos con las muchachas de allá, las travesuras con sus amigos de acullá, las pruebas heroicas en los primeros días del ejército, o las increíblemente lejanas peripecias de su infancia. Los hermanos Asif especialmente habían encontrado un método eficaz para cortarle y reírse a costa de ese parloteo. Esto no sólo no desalentaba a André, sino que consideraba que contribuía al buen ánimo del grupo: la cháchara era contagiosa.
.....Probablemente fuera así; pero antes de una semana, el único que mantenía un respetuoso y paciente silencio ante sus historias era Louis. No podía saberse si las escuchaba realmente, pero André se sentía escuchado (tampoco podía saberse si había alguna ocasión en la que André no se sintiera escuchado). Es por eso que Louis adquirió cierto aire de respeto y misterio, parecido al del capitán; y no por que él hubiera hecho otra cosa que dejarse llevar por la charlatanería del más joven, en tolerancia y en acto.
.....Fue Louis quien sacó a André del salón de la taberna, una noche en la que estaba hablando demasiado. Había confraternizado con un grupo de muchachos y bebían moderadamente. Pero a su alrededor miradas oscuras, oídos atentos, cazaban información posiblemente valiosa para esos tiempos. André se hizo rápidamente el centro del corrillo. En el resto de la sala, los murmullos iban bajando, y las palabras del soldadete resonaban ingenuas por todas las mesas. Sí, estaba empezando a hablar de temas claramente vedados. Louis, disparado por algún resorte, se levantó, cruzó el salón, cogió a André del cuello de su camisa, lo arrastró como a un dogo de caza fuera de la reala y lo arrojó a la calle como el que se deshace de un saco molesto.
.....–¡Tus palabras son más valiosas de lo que crees! Mira bien antes de despilfarrarlas o nos meterás en líos.
.....Los otros cuatro soldados, salieron excusándose, alegando juventud y borrachera en el muchacho. Pero el muchacho en cuestión se daba fácilmente a conocer, y que el vino hablara por su boca resultaba poco creíble. El vino, tal vez, era su boca.
.....André Green tenía la puntería grabada en el ojo. André Green tenía un pájaro por lengua. Fue entonces que decidieron evitar los poblados. Pero ya resultó tarde: la información se había sembrado.
.....Probablemente fuera así; pero antes de una semana, el único que mantenía un respetuoso y paciente silencio ante sus historias era Louis. No podía saberse si las escuchaba realmente, pero André se sentía escuchado (tampoco podía saberse si había alguna ocasión en la que André no se sintiera escuchado). Es por eso que Louis adquirió cierto aire de respeto y misterio, parecido al del capitán; y no por que él hubiera hecho otra cosa que dejarse llevar por la charlatanería del más joven, en tolerancia y en acto.
.....Fue Louis quien sacó a André del salón de la taberna, una noche en la que estaba hablando demasiado. Había confraternizado con un grupo de muchachos y bebían moderadamente. Pero a su alrededor miradas oscuras, oídos atentos, cazaban información posiblemente valiosa para esos tiempos. André se hizo rápidamente el centro del corrillo. En el resto de la sala, los murmullos iban bajando, y las palabras del soldadete resonaban ingenuas por todas las mesas. Sí, estaba empezando a hablar de temas claramente vedados. Louis, disparado por algún resorte, se levantó, cruzó el salón, cogió a André del cuello de su camisa, lo arrastró como a un dogo de caza fuera de la reala y lo arrojó a la calle como el que se deshace de un saco molesto.
.....–¡Tus palabras son más valiosas de lo que crees! Mira bien antes de despilfarrarlas o nos meterás en líos.
.....Los otros cuatro soldados, salieron excusándose, alegando juventud y borrachera en el muchacho. Pero el muchacho en cuestión se daba fácilmente a conocer, y que el vino hablara por su boca resultaba poco creíble. El vino, tal vez, era su boca.
.....André Green tenía la puntería grabada en el ojo. André Green tenía un pájaro por lengua. Fue entonces que decidieron evitar los poblados. Pero ya resultó tarde: la información se había sembrado.
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