Miro allí donde mi recuerdo se fundamenta y levanta el edificio de lo que soy. Pero allí ya no habita el extraño protagonista a este lado del paisaje. No estaba entre las colinas griegas. No estaba en la matemática egipcia. Ni en el aceite barroco con que grandes pintores idearon grandes cuadros. No estaba sombra con sombra en la huella de Alejandro. En el austero catalejo que miraba las estrellas. ¿Y no son ellos más yo? ¿Por qué creer en este extraño y su endeble protagonismo? Amigos episodios, no os quejéis, no os aflijáis, no os enferme la envidia, pues no sois de mí ni más ni menos que los otros. Ni yo soy vuestro. El viento barre desde lejos y acaba en el mar. El mar baña desde lejos y acaba en el viento. ¿Quién puede recordar los granos de sal, de lluvia, de alma, que luego no sabremos nombrar?
¿Ves? Hacer una sonata de persiana con una sola nota, un solo movimiento. ¿Ves? No soy yo quien escribe. Y sin embargo, ese matiz es más mío que cualquiera de mis ocurrencias. Sin pertenencia ni posesión. Es la palabra que sucede y encuentra lo que, demanda de eco, sale a su encuentro.
3 comentarios:
Miro allí donde mi recuerdo se fundamenta y levanta el edificio de lo que soy. Pero allí ya no habita el extraño protagonista a este lado del paisaje. No estaba entre las colinas griegas. No estaba en la matemática egipcia. Ni en el aceite barroco con que grandes pintores idearon grandes cuadros. No estaba sombra con sombra en la huella de Alejandro. En el austero catalejo que miraba las estrellas. ¿Y no son ellos más yo? ¿Por qué creer en este extraño y su endeble protagonismo? Amigos episodios, no os quejéis, no os aflijáis, no os enferme la envidia, pues no sois de mí ni más ni menos que los otros. Ni yo soy vuestro. El viento barre desde lejos y acaba en el mar. El mar baña desde lejos y acaba en el viento. ¿Quién puede recordar los granos de sal, de lluvia, de alma, que luego no sabremos nombrar?
Exacto como un solo de violín.
¿Ves? Hacer una sonata de persiana con una sola nota, un solo movimiento. ¿Ves? No soy yo quien escribe. Y sin embargo, ese matiz es más mío que cualquiera de mis ocurrencias. Sin pertenencia ni posesión. Es la palabra que sucede y encuentra lo que, demanda de eco, sale a su encuentro.
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