lunes, 12 de enero de 2015

AQUILES Y LA TORTUGA. VIII de XV

Aquiles arrastraba en su pensamiento la herida de un profundo abandono.
Ninguna otra amante consiguió mitigar esa deuda. Buscaba pon pasión el momento crucial en el que ese abandono desparecía entre unos brazos, en una conversación. Atendía desesperado cada gesto que le devolviera un instante de autenticidad. Iba de labio en labio, no ya entusiasmado, sino frustrado siempre.
Intentó explicar su dolor, como siempre había explicado su pasión, pero las mujeres querían vivir con él lo que fuera que fuera y no lo ayudaban a comprenderlo ni a mitigarlo. Intentó explicarlo con precaución y cuidado a los hombres. Le aburría el lenguaje de los hombres.
La ciudad entera resultó insuficiente y decidió marcharse.


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