Siendo niño, en la escuela, leyó junto con todos sus compañeros la fábula de Aquiles y la tortuga. Todos la conocen: es esa en la que el veloz Aquiles jamás consigue alcanzar a la tortuga, porque antes de llegar hasta ella debe recorrer la mitad de la distancia, y luego otra mitad y luego otra, así indefinidamente. Apenas terminó la clase, Aquiles, el pequeño alumno, corrió a jugar con sus amigos. La fábula se quedó en el revuelto patio de recreo que llamamos olvido.
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