Lo que has comprado pesa mucho, pesa demasiado.
Encorvado por el peso vas hundiendo barbilla
hasta que la punta de tu nariz llega a las rodillas
y te dicen burlonamente moneda andante.
Tú sonríes, humilde y amable, sigues la gracia;
pues es lo que hacen las monedas, congenian,
alardean del rizo que salpica en las fuentes.
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